SEÑALES DE VIDA
En el Café Literario, la cuadrilla de escritores disfruta de sus gintonics mientras repasan la prensa diaria en busca de reseñas y novedades.
—Anda, mira. Un artículo de Walter.
—¿Contra quién?
—Pues… contra nadie. Parece que habla bien de alguien.
—Ese no es Carrasposo.
—Sí, sí. Es su columna. Escucha; “… el microrrelato y la poesía tienen en común más de lo que pudiéramos pensar. En esa escasa media página que puede ocupar un poema, o un microrrelato, va contenida muchísima información, concentrada, condensada. El autor ahí se la juega. En esa media página ha de tomar muchas e importantes decisiones, qué poner, qué quitar, qué decir, qué ocultar…”
—Pero… ¡qué cojones! No estará hablando del piojoso del cuentacuentos, ¿O sí? Porque a mí ese discurso me suena.
—Yo diría que sí, tiene un es no es al cuentista.
—Déjate de milongas cervantinas. Es calcado a lo que dice el cuentacuentos de sus micro... hostias.
—No sé. No da nombres. Es uno de esos escritos de Walter en forma de diario. Dice que ha leído algo extraordinario.
—No me jodas, hombre. Para una vez que hace una crítica positiva, va y habla de un desconocido. Qué ingrato es Carrasposo, de verdad. Luego a sus amigos nos pone a parir.
—Hombre, nosotros le tenemos un poco desplazado, todo hay que decirlo.
—Pues ya sabemos por qué Carrasposo no viene hace semanas. Ni nueva York ni Venecia ni pollas en vinagre. No tiene cojones a dar la cara, eso es lo que pasa.
Hay que hacerse cargo de lo que uno dice y/o hace. Pero nadie dice que esto sea fácil.
ResponderEliminarSaludos,
J.