#32 Poetillas

 POETILLAS


 

En el Café Literario, aliviados ya de la molestia del forúnculo cuentacuentos y aprovechando la ausencia del crítico feroz, debaten nuestros ínclitos autores, despreocupados, sobre la cantidad y la calidad.

—No os podéis imaginar la cantidad de porquería que me veo obligado a leer —decía el de los tochos que aunque por contrato tenía prohibido cualquier comentario, su ego, por el contrario, le obligaba a proclamar a los cuatro vientos las incomodidades que conlleva ser jurado en un certamen literario—. Que no las leo, conste —añadía— pero debería.

—Si es que ahora a todo dios le da por escribir —apuntaba molesto el de los thrillers—. No sé qué manía les ha entrado.

—Son los confinamientos —opinaba el poeta—. Tanto tiempo en casa es lo que tiene.

—Coño, que lean, pero que no escriban. Para eso ya estamos los profesionales. Debería considerarse intrusismo, no me jodas. Que se abran un blog, y si no que miren la puta tele.

—Pero entonces —argüía el poeta—, ¿por qué convocamos concursos literarios?

—Coño, para nosotros. Que de algo tenemos que vivir. ¿O acaso comes tú solo de los royalties? Aunque no todos tengan un premio económico mira tú lo que te ahorras en publicidad solo con ganar un concurso. Mira. Yo escribo mi novela, este me la galardona, y mañana sale en todos los periódicos.

—Hasta que viene Carrasposo, la pone a caer de un burro y no te la compra ni dios.

—Walter es un cabrón, sí.

 —Bueno, bueno —Explicaba el ahora juez, el de los tochos—, después de todo, cuando Walter habla, la obra ya está publicada, que es lo que cuenta. Y ahí, hay que reconocérselo, es uno de los mejores espantapájaros que conocemos. Y si no, recordad lo de la poetilla.

—Coño, es verdad —reconocía el poeta—. Gracias a Carrasposo no hay más poetas que poemas.

—Correcto. ¿Recordáis? Él fue quien acuñó el término “poetilla”. Aquel día que vino la chica de la mesa de las poetillas, hasta entonces poetisas, le dio sus escritos, él los ojeó con desdén durante treinta segundos, le dijo, “están bien” y se los devolvió sin siquiera mirarla a la cara.

—Sí. La niñata se quedó blanca. Se fue con el rabo entre las piernas.

—¿Y qué hizo Carrasposo? ¿La dejó ir simplemente jodida? No. La remató con un susurro casi inaudible. Casi. “Poetillas” dijo casi para sí. Casi. Ella lo escuchó.

—Ja, ya recuerdo, sí, sí, sí. No volvió a aparecer por el café.

—¿Veis? Por eso son tan necesarios los críticos, aunque a veces hablen mal de nosotros.  Apuesto a que esa chica no volvió a escribir en su vida. Unos versos de mierda que ya no nos veremos obligados a leer. Una poetisa menos.

Anterior   Siguiente

Inicio

Comentarios

  1. Ciertas palabras, en cierto tonos, pronunciadas por ciertas personas, duelen como balas en el pecho.

    Saludos,
    J.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Si quieres apoyar este blog con 1€

Blogs que enlazan este

Más blogs aquí