#24 Conspiración

 CONSPIRACIÓN

 


Curiosamente, es martes. Casualmente, es una cafetería ruidosa y vulgar en el centro. Sin embargo allí están, a hurtadillas, en petit comité los ilustres intelectuales que los jueves se reúnen en el Café Literario. El de los tochos, el de los thrillers, el de las sagas y el de la antología poética de los cojones.

—Tenemos que actuar, esto no puede seguir así —decía el de los tochos.

—Sí, yo también estoy hasta la coronilla del perroflauta ese —aportaba el de los thrillers—, no para de meterse conmigo. ¿Quién se habrá creído que es? ¿No va y me dice que a mi novela le sobran doscientas páginas?

—Al menos de la tuya le gustaron los dibujos —añadía el poeta—. A mis poemas los tildó de “absolutamente innecesarios” ¡Habrase visto!

—Cuando le hablé de mis ventas…—contaba el de las sagas— ...que, ya sabéis, son excelentes, va y me dice que esa dualidad inversamente proporcional no me conviene. Y cuando le pregunto que qué dualidad, me contesta que, en ventas, estoy muy por encima de Miguel de Cervantes pero muy por debajo de Belén Esteban. Me cago en su puta madre, hombre.

—¿Sabéis qué me dijo a mí el otro día? —contaba el de los thrillers—. Que lo mejor que había escrito yo era la sinopsis de la contraportada de mi novela Azul Marino y que era una lástima que no la hubiera firmado. El muy cabrón. 

—¿Aquello de su novela más personal...? Pero eso era una crítica de El País, ¿No?

—Bueno… Iba a ser… lo que pasa que… corría prisa en imprenta y, vale, sí, la escribí yo. Pero basándome en lo que iban a decir de mí, lo que dicen siempre, vamos.

—Haberlo dicho, hombre —clamaba el de las sagas—. Hay plantillas preescritas para eso, coño.

—Bueno, en fin. No nos perdamos —retomaba el de los tochos—. Hay que deshacerse del macaco ese. Es un rompecojones.

—Pero si le mandamos con Carrasposo, entre los dos nos ponen a caldo.

—A ver, hay que priorizar. ¿A quién odiamos más?

—A Carrasposo —contestaron a coro.

—No, hombre. Carrasposo, al fin y al cabo es escritor. Es un pelmazo pero de los nuestros. El cuentacuentos ese de los cojones no sabemos ni quién es. ¿Alguien ha leído algo suyo? ¿Alguien sabe qué cojones escribe? ¿Alguien sabe siquiera cómo coño acabó en nuestro grupo? No sabemos nada de él.

—¿Podría ser un terrorista? —propuso el de los thrillers.

—Lo que es, es un donnadie —dijo el poeta—. ¡Con esas pintas! ¿Pues no compara la poesía con sus micro cuentos de mierda? Además huele.

—Como quiera que sea hay que echarlo.

—¿Qué Propones? —Veréis. Si lo mandamos otra vez a la mesa de Carrasposo y luego aceptamos a Carrasposo de vuelta se quedará sólo.

—Coño, como hicimos con Carrasposo.

—Eso es. Pero ahora con él. Carrasposo resistió porque está acostumbrado a que todos le odien, pero el mindundi este se derrumbará y terminará yéndose.

—Igual se apalanca en la mesa de las putillas —observó el de los thrillers

—¿Qué putillas?

 —Se refiere a las poetillas —aclaró el poeta, con media sonrisa.

—Putillas y maricones, con sus tés rojos y sus camomilas. Podemitas todos —desbravó el criminólogo—. Ese piojoso encaja ahí perfectamente con su puto café bombón.

—Mientras no se siente a nuestra mesa que haga lo que quiera —sentenció el de los tochos— ¿Votos a favor?

—¿Qué va a ser? —preguntó el camarero que acudió raudo al bosque de manos alzadas.

Anterior   Siguiente

Inicio

Comentarios

Si quieres apoyar este blog con 1€

Blogs que enlazan este

Más blogs aquí