Primera (y apresurada) edición de El Quijote

 

La primera Edición de El Quijote sale a la luz en 1605 y aunque la imprenta ya posibilitaba el trabajo de edición desde hacía algo más de cien años, la publicación de libros tal como la entendemos hoy estaba aún en sus albores. 

La figura del editor aún no estaba clara y solía fundirse o confundirse con la del impresor o con la del librero. Un ejemplo claro es la portada original de El Quijote en la que figura Juan de la Cuesta, que fue el impresor, en un lugar privilegiado de esta y más abajo en letra menor “Véndese en casa de Francisco de Robles". Sabemos que fue Francisco de Robles, quien compró el privilegio directamente a Miguel de Cervantes por una cantidad desconocida pero que se estima en unos 1500 reales y, como veremos, se encargó también de las labores propias que caracterizan a un editor. Francisco de Robles era un afamado mercader de libros ya reconocido en su tiempo, en la portada figura como librero del rey. Su padre ya se había encargado de editar La Galatea de Cervantes en 1585 y ahí sí consta el pago de 1300 reales al autor por su privilegio. “El privilegio” era la autorización real para imprimir y difundir un libro, aún no existían los derechos de autor. Se le concedía al autor una vez aprobado por la censura inquisitorial por un periodo determinado, en este caso diez años para el reino de Castilla, y este podía venderlo o cederlo. El Privilegio para El Quijote es concedido a Cervantes el 26 de septiembre de 1604 y este lo vende a Francisco de Robles ese mismo año. Robles a su vez contrata a Juan de la Cuesta para imprimirlo en su taller o, mejor dicho, en el taller que regenta porque el tal De la Cuesta resultó ser un perfecto ejemplo del cuñadismo español, la imprenta era herencia de su esposa María de Quiñones y aunque sigue apareciendo el nombre de Juan de la Cuesta en el emblema del taller durante treinta años más el hecho es que el susodicho desaparece de escena en 1607 por causa de deudas.

El Papel utilizado para la impresión fue el del monasterio Santa María del Paular donde los monjes cartujos tenían un molino de papel como principal recurso económico. Robles intuía que tenía una joya entre las manos así que decidió hacer un libro barato y asequible. Aunque el formato habitual en esa época era el folio Robles optó por el tamaño cuarta, hoy lo llamaríamos libro de bolsillo, y mando imprimir la obra a toda prisa dejando en blanco los espacios para añadir los preliminares, lo que hoy conoceríamos como “Créditos”. Esto era cosa habitual pues aunque el privilegio y las aprobaciones se otorgaban antes de la impresión, las tasas y la imprescindible fe de erratas solo se podían conseguir una vez impreso el libro. La fe de erratas no era en ese momento lo que hoy entendemos por tal sino una verificación de que el texto impreso coincidía exactamente con el manuscrito autorizado por el rey y aprobado por la inquisición. La fe de erratas de El Quijote está fechada a 1 de diciembre de 1604 por lo que podemos deducir que en ese momento el libro estaba impreso y casi listo, lo que es de admirar teniendo en cuenta la parca tecnología de la época. Sin embargo el último documento a añadir al libro faltaba por consignar, la tasa. Esta se expedía en Valladolid, donde estaba ubicada la corte, y allí se llevó unos cuantos ejemplares nuestro impetuoso Francisco de Robles para, una vez la tasa en su poder, imprimirla en ellos y comenzar a difundir la obra de Cervantes cuanto antes mejor. Lo hizo de inmediato y allí mismo, en el taller de un tal Luis Sánchez y así, en Valladolid, tuvieron la primera edición de El ingenioso hidalgo de La Mancha cuya fecha expresa 1605 a finales de diciembre de 1604.

Para comprender bien este hecho de imprimir sobre un libro terminado es necesario conocer que en esos tiempos los libros no solían venderse encuadernados sino en rama, es decir, los pliegos sueltos. Era el librero quien mandaba encuadernar los que considerase que podía vender rápido o el cliente quien ordenaba la encuadernación a su gusto y alcance económico.

De vuelta en Madrid y ahora sí en el taller de Juan de la Cuesta se terminaron de imprimir el resto de ejemplares. Se cree que la tirada fue de unos 1500 pero ese mismo año Robles encarga una segunda edición de unos 1800 ejemplares, corrigiendo las numerosas erratas fruto de las prisas y añadiendo algún pasaje perdido en la primera impresión. El Quijote tiene tal éxito en su momento que ese mismo año aparecen en Portugal dos ediciones más, las de Jorge Rodríguez y Pedro Crasbeek. Hoy lo consideraríamos un best-seller con cuatro ediciones en el mismo año.

Conviene mencionar que esta primera edición de la que hablo, contiene solo la primera parte de lo que hoy conocemos como El Quijote y que Cervantes la concibió como obra definitiva. Fue Francisco de Robles quien le animó, o convenció, para que escribiera una segunda parte que terminará Cervantes en 1614. No será publicada hasta 1615, impresa en el mismo taller del fugado Juan de la Cuesta y bajo su nombre en el emblema. Un reciente estudio a cargo de Laura Puerto Moro, de la UCM, revela que quien regía el taller desde la desaparición de Juan de la Cuesta, era Jerónimo Salazar. La primera edición conjunta de las dos partes de El Quijote, tal como hoy lo conocemos, no se consumará hasta 1617 a cargo de los libreros barceloneses Miguel Gracián, Juan Simón y Rafael Vives.

 

Mientras documentaba esta publicación encontré algunos datos que bailan según las fuentes, concretamente en lo tocante a la propiedad del taller de Juan de la Cuesta y la relación entré María de Quiñones y María Rodríguez Rivalde de las que se ofrecen varios parentescos, madre/hija, tia/sobrina.  Como nos gustan mucho las conspiraciones he tirado del hilo y, no sin enredos, he sacado estos datos. El taller (imprenta) era originalmente propiedad de Pedro Madrigal, casado con María Rodríguez Rivalde. Muere en 1594 y heredan la imprenta su mujer y su hijo que también se llama Pedro Madrigal. María Rivalde se casa de nuevo con otro impresor, Juan Íñiguez de Lequerica, pero este muere en 1599. Es en ese momento cuando la viuda (bi-viuda) contrata a Juan de la Cuesta, puede ser que en calidad de componedor o corrector. Entremedias, Pedro Madrigal hijo se casa con María de Quiñones y poco después... muere, con lo que la propiedad del taller se divide ahora entre María Rivalde, viuda de Pedro Madrigal padre y María de Quiñones, viuda de Pedro Madrigal hijo. No sé si me siguen. Aquí, en 1602, María de Quiñones se casa en segundas nupcias con el hasta entonces componedor o corrector Juan de la Cuesta y en 1604 este adquiere el cargo de regente del taller pero lo abandonará tres años más tarde por causa de unas misteriosas deudas, aunque yo, personalmente, me inclino a pensar que viendo la suerte que corrieron los anteriores maridos, todos impresores, tal vez le hubiera cogido miedo al oficio, o al matrimonio. El hecho es que Juan de la Cuesta, el 4 de diciembre de 1607, en Sevilla y ante notario, renuncia a la dirección de la imprenta dando plenos poderes a su mujer, a su suegra política y a un tal Jerónimo Salazar para que se hicieran cargo del taller y, poniendo océano de por medio, emprende viaje a Las Indias.

[imagen extraída de Biblioteca Nacional de España. Dominio público]


 

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