Mala Leche Condensada
Una historia de amor, hecha añicos por Pachu del Valle.
Los escritores, todos los artistas en general, somos personas heridas. __Paul Auster__
Por la ventana abierta de par en par, la corriente de aire hacía pasar, una a una, las páginas de un cuaderno. Páginas en blanco, cierto, Inmaculadas, pero no vacías.
Las palabras no escritas yacían allí, latentes sobre el papel, caídas como lágrimas incoloras, desprovistas de su esqueleto de tinta, invisibles pero ya inmutables. En aquella blancura había oculto un diario silenciado, un llanto amordazado, un grito enmudecido. La crónica de una agonía jamás contada. Como un cepo oculto entre la nieve, en esas páginas aguardaba la soledad, el abandono, la vergüenza, el desprecio, el miedo, el odio, la indolencia y la crueldad. Las palabras no escritas hablaban de miseria y de fracaso, de crimen necesario, de obediencia irresponsable, de justicia inamovible y de sociedad insensible. De la gran trituradora que es la indiferencia, de la pasividad y del olvido. Las palabras no escritas eran tóxicas, irritantes, abrasivas, dañinas, y por eso pudo querer la víctima de esa vida no darles forma. A buen entendedor una sola palabra le basta, debió de pensar, y por eso, en la última página, expuesta al fin por la corriente de aire, aparecía escrito solo un “Adiós”.
Buen comienzo, buen comienzo.
ResponderEliminarBuenos días