Al principio ni siquiera se percataron el uno de la otra, era difícil por causa de los trajes esterilizados que les cubrían a todos de la cabeza a los pies y las gafas, opcionales, que en el caso de ella le protegían los ojos de la polución externa ocultándole la cara. Él, sin embargo, se vio obligado a prescindir del atuendo oficial que les había sido entregado en recepción por culpa de algún componente, probablemente derivado del poliéster, que le provocó de inmediato una reacción urticante. Fue entonces cuando ella se fijó en él.
A medio día llegaron las ambulancias, el local fue desalojado y la convención suspendida definitivamente. Parece que unas trazas de frutos secos en el catering habían sido la causa más probable de la intoxicación masiva aunque nunca pudo ser demostrado. El encuentro que estaba previsto durara un fin de semana duró apenas unas horas y produjo dos víctimas mortales y setenta y cinco ingresos, tres de ellos en cuidados intensivos.
Ya en la calle, se toparon cara a cara. Él era alérgico a los gatos, por eso tenía un perro. Ella era alérgica a los perros, tenía un gato. Él era alérgico al polvo y el poliéster, ella al polen y las gramíneas. Ella no soportaba el contacto con la plata y a él el oro le irritaba dolorosamente la piel. Los taninos presentes en ciertas maderas y en todos los vinos les afectaban a los dos de manera parecida; granos. Los bichos eran más resistentes a los insecticidas que cualquier de ellos dos; lagrimeo intenso, irritación ocular y conjuntivitis. El cacao, la canela, la mostaza y hasta el perejil, mortales de necesidad.
Esa ceguera del amor primero les condujo a pensar que estaban hechos el uno para la otra. “Entre los dos”, declararon con orgullo, “somos alérgicos a casi todo”. Sellaron su amor con sendas alianzas de titanio, aparentemente inocuo para ambos, y con esa complicidad y camaradería que da la enfermedad compartida y la emoción de estar siempre al borde del shock anafiláctico, se trasladaron a un descampado en las afueras, lejos de humos y de flores, y allí pasaron el resto de sus vidas juntos sobrellevando como buenamente podían un universo que se evidenciaba clara y obstinadamente en su contra. Fue una existencia horrible, hay que decir.
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