UN CASTIGO INSUFRIBLE
Tras amenazarle con sentarle a la mesa de Walter Carrasposo, Poeta y furibundo crítico literario al que tenían por sus agrias reseñas un poco marginado, el cuentista se mantuvo, como digo, enfurruñado, pero al menos en silencio.
Un buen día, empero, no pudo más y exclamó; —Creo que he descubierto el mayor fraude editorial de la historia de la literatura.
Tras un murmullo, alguna tos nerviosa y una furtiva mano que retiró cierta antología de al lado de los gintónics, uno de los presentes visiblemente ofendido preguntó; —¿De qué demonios estás hablando? Explícate ahora mismo o nos veremos en los tribunales.
—No, no —dijo el cuentista—. Se trata de Alabardas, alabardas, espingardas, espingardas, que, sospecho, no es la obra inacabada de Saramago como nos han hecho creer, sino uno de los capítulos de Una noche de invierno un viajero, De Italo Calvino, que tampoco es en realidad su autor sino un tal Hermes Marana, que a, su vez, se hace pasar por un personaje de esta última. Un atronador silencio evidenciaba estupor y descanso al mismo tiempo.
Relajada la tensión, vuelta en sigilo la antología a la mesa, el ofendido pidió entonces disculpas diciendo; —Perdona, cuentista, pensé que volvías a las andadas y arremetías, sin fundamentos, contra… contra alguno de nosotros.
—No, descuide —replicó el cuentista—, criticarle con fundamentos me obligaría a leerle.
Un cuentista se puede permitir todo lo que quiera :))
ResponderEliminarSAludos.